La otra
Ella era la que esperaba, sin esperanza, ese hueco en su tiempo. La que atesoraba esos instantes por lo valiosos, porque no tenía certeza de que se fuesen a repetir pronto. Ella era la que callaba, la que no podía permitirse ni una lágrima, ni una queja. Porque no era más que "la otra". La que no tenía derecho a nada. Tan solo a recoger los besos que a él le sobraban, sus miserias. Ella era la que lo sostenía cuando le apretaba la culpa, pero al mismo tiempo, la que nunca esperaba encontrar un consuelo cuando se sentía sola. Ella era la que le amaba a escondidas, aunque en silencio soñaba con un día en que pudiese mostrar su amor al mundo. La que se imaginaba paseando junto a él por un parque, con las manos cogidas, a la vista de todos. Con esa sonrisa en sus labios. La sonrisa que aparece, de manera espontánea, cuando uno está seguro de que su amor es correspondido en la misma medida. Cuando se sabe que se puede amar a manos llenas, a cualquier hora del día. Porque ella