Morderse la lengua

A veces cuesta... y cuando no lo consigues te quedas con una sensación extraña en el cuerpo.
Por un lado sabes que has hecho bien en no callarte,
por otro lado sabes que el tono y las formas no han sido los más correctos,
pero hay discursos que sacan lo peor de una, y en esos momentos te preguntas cómo has podido resistir a tantos eventos sin saltar mucho antes.
Tal vez ese sea el problema después de todo, que no vale la pena morderse la lengua, porque al final una acaba acumulando ganas, y cuando se salta se hace perdiendo las formas.

Y todo salpica.

Efectos colaterales de tanta celebración navideña.

A propósito del tema, me ha venido a la memoria un relato de Nieves, una compañera del Club que, además de una escritora estupenda (esto no lo digo yo, esta sobradamente reconocido) es una buena amiga.

No os preocupéis, la cosa no llegará a esos extremos... Lo prometo.

Comentarios

  1. Y es mejor soltarlo, porque si no se envenena uno por dentro, pero si no es posible tu sensación me es muy familiar. A ver si nos podemos limpiar un poquito con un poco de energia. Besos y gracias por escribir de nuevo.

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