Hoy hace cien años, en Orihuela...
Hoy hace cien años, en Orihuela, nacía Miguel Hernández.
Sé que no soy ni la primera, ni la última, ni la más original, pero desde este rincón también quiero hacerle hoy mi particular homenaje.
Y me apetece contar que mi primer regalo de San Valentín, fue precisamente un libro de poemas suyo. Que desde ese momento me enamoraron sus sonetos, su poesía tan cargada de sentimiento, sus elegías, sus silbos...
Su historia es triste, como la de muchos hombres y mujeres de su época. Pero él tuvo la oportunidad de dejarnos su espíritu escrito en versos. Y gracias a eso su recuerdo permanecerá siempre vivo a pesar del paso del tiempo.
El pasado miércoles, tuvimos la ocasión de escuchar un puñado de sus poemas en la poderosa voz de un actor enorme como es José Sacristán. Me habría gustado encontrar la manera de haceros llegar la emoción que sentí aquella tarde. Fue un recorrido íntimo por la vida del poeta a través de sus versos. Un Miguel Hernández hombre, enamorado, luchador, idealista, esposo y padre.
Este es uno de los poemas que se leyeron. Sentimientos a flor de piel. Nítido, transparente como el agua.
Me sobra el corazón
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.
Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
Sé que no soy ni la primera, ni la última, ni la más original, pero desde este rincón también quiero hacerle hoy mi particular homenaje.
Y me apetece contar que mi primer regalo de San Valentín, fue precisamente un libro de poemas suyo. Que desde ese momento me enamoraron sus sonetos, su poesía tan cargada de sentimiento, sus elegías, sus silbos...
Su historia es triste, como la de muchos hombres y mujeres de su época. Pero él tuvo la oportunidad de dejarnos su espíritu escrito en versos. Y gracias a eso su recuerdo permanecerá siempre vivo a pesar del paso del tiempo.
El pasado miércoles, tuvimos la ocasión de escuchar un puñado de sus poemas en la poderosa voz de un actor enorme como es José Sacristán. Me habría gustado encontrar la manera de haceros llegar la emoción que sentí aquella tarde. Fue un recorrido íntimo por la vida del poeta a través de sus versos. Un Miguel Hernández hombre, enamorado, luchador, idealista, esposo y padre.
Este es uno de los poemas que se leyeron. Sentimientos a flor de piel. Nítido, transparente como el agua.
Me sobra el corazón
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.
Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
Que hermoso poema Paula, gracias por compartirlo. A mi me gusta especialmente las nanas de la cebolla. Besos.
ResponderEliminarUf Pepi! ¿Sabes que no puedo leer o escuchar las nanas de la cebolla sin ponerme a llorar como una magdalena? Se me forma un nudo en el estómago de imaginar la situación, y no lo puedo remediar.
ResponderEliminarBueno, si te cuento (ahora que no se entera nadie) que el otro día me fui llorando a lágrima viva del recital... Y no fui la única.
Me dan escalofríos solo de pensarlo.
Un beso guapa.
Precioso, Paula. El final, buenísimo.
ResponderEliminarBesos
A mí me encantó, y como dices, especialmente el principio y el final. Por cierto... ¿qué tal la entrega de premios? Ya nos contarás qué tal ha ido todo.
ResponderEliminarUn besico.
¿Casualidad?.. Este poema lo recito de memoria desde que tenía trece años. Algún día tenemos que hablar de ello... un abrazo!
ResponderEliminarLlanos, no creo en las casualidades, o al menos no como algo a lo que no se le deba dar su importancia.
ResponderEliminarEl poema es precioso, y menos conocido de lo que debería (Miguel Hernández en general)
Un abrazo